viernes, octubre 13, 2006

Ella

erik No se que le pasaría por la cabeza cuando decidió comprarme ese disco, como siempre pienso las cosas cuando ya no puedo preguntar por que. ¿Me lo compraría antes de… o después de…? Pero ahora que recuerdo, aunque vagamente, si, le oí decir entre a comprarte los discos y estaba allí. Si eso es, lo le conoció allí, fueron mis discos que le llevaron a el. Ahora los discos están conmigo lo han estado siempre, si pero solos ahí entre los cientos de discos de mi discoteca, si pero aun en medio de todos los demás esos tres discos sobresalen sin pretenderlo entre los otros, negros entre los negros, “sencillo” entre los “sencillos” y “l.p.’s “entre “l.p.’s”, extraños entre ellos, músicas dispares en sus surcos tan diferentes los tres entre si. Si, uno de ellos oído en aquella pequeña colina sobre el río entre los árboles, sobre una manta con aquella camisa militar mía, tan solo sobre su bikini. “Margherita”, ahí en español, pero no es ese del que hablamos, no, es “Margherite” es en francés. Con su etiqueta de plástico como los hacían mas allá de los Pirineos y que tanto me llamaba la atención. Y los otros… Los otros también discos fetiche para mi en aquel tiempo, Judy Garland. King Crimson / In the court of…. Inmensa caravana, pero claro hoy es viernes y la gente vuelve a casa a pasar el fin de semana. Noche, pilotos rojos sin final hacia delante y luces blancas también sin fin hacia atrás. Sesenta y cinco km/h y carretera eterna cuando en condiciones normales no lleva más de veinte minutos. Me has tocado la rodilla como me la tocas cuando quieres decirme que me quieres y no me lo dices con la boca y yo te miro a los ojos y se que es. Y yo… yo también. Te he mirado para decirte que cola de coches y duermes placidamente y he seguido oyendo mi música sin dejar de mirar ahora la carretera y una canción me ha traído todo aquello a la cabeza. No, no culpo a los tres discos de que ella le conociera en aquella tienda de discos de Paris. Y no podría tampoco culparte a ti porque a veces se te vea harta, malhumorada. Entonces como ahora solo hay un culpable. Eterno buscador de amor o quizás mejor de una quimera. ¡Loco! Asi estuvimos por horas ella hablandome y yo escuchandola, pero la noche extrañamente calida para la estacion y yo, yo viendome ahi retratado, bajo la boveda azul oscurisima salpicada de puntitos brillantes como hace muchos años antes ya lo habiamos hecho dejo pasar el tiempo sin sentirlo. No se le habia olvidado ni un detalle. ¡Joder...! Músicas: Ricardo Cocciante , Claudio Baglioni

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